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Una Nación Bien Vale Una Patada

  • Foto del escritor: Camilo Muñoz Cortes
    Camilo Muñoz Cortes
  • 16 ene 2023
  • 2 Min. de lectura

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Me imagino dos futboleros, un croata y un serbio sentados en la hermosa catedral de Zagreb en una de esas lluviosas tardes de Mayo. Uno habla de Jovic, el otro de Modric, mencionan a Pjanic y a Oblak, y los dos contagiados por la enfermedad de los quizáses se preguntan en unísono, ¿En qué momento Yugoslavia se fue al carajo? Ambos lo saben muy bien, fue en ese fatídico Dinamo Zagreb- Estrella Roja de 1990.


Ese día no se jugaba un título, ya los de Belgrado se habían coronado campeones desde hacía rato, sin embargo ese día se jugaba mucho más se jugaba una nación. Días antes las elecciones Croatas habían dado victoria a los independentistas, algo que no gustó mucho en la capital que aún insistía en el sueño Yugoslavo manejado desde Belgrado. Por eso ese “Clásico” era tan importante, los locales querían ganar y mostrar que su pueblo también era capaz y libre de determinar su futuro, los visitantes querían recordarles que no saldrían nunca de ese status Quo. De ahí que ese 13 de Mayo el estadio estuviera blindado de barras bravas, los Bad Blue Boys del Dinamo y los Delije (los valientes) de la Estrella Roja, dispuestos a todo para hacer pasar su mensaje.


Ese día hubo poco futbol, desde antes del silbido ya había insultos, y golpes, pero cuando el balón empezó a rodar y las 20 mil voces comenzaron a insultarse por el lugar de nacimiento con todas las injurias y calumnias acumuladas por 72 años, la tensión de hermanos que ya no se aguantan acabó por explotar. En cuestión de minutos el campo se había vuelto una batalla campal. Y en medio de ese duelo sin cuartel que predecía lo que serían las guerras por venir la policía tomó partido, comenzó a golpear y azotar a los croatas mientras protegían a los serbios.


Ahí entra Boban el capitán croata, enfurecido por la reacción policial, decidió arriesgar todo por lo que consideraba justo, corrió el campo sin balón gambeteando a más de uno y como si estuviera en la final del mundo pateó por todo un pueblo al enemigo uniformado. Lo sancionarían 6 meses, se perdería el mundial de Italia y sería odiado por siempre por media península balcánica. Sin embargo ese día ganaban su primer batalla.

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