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SATURNO

  • Foto del escritor: Camilo Muñoz Cortes
    Camilo Muñoz Cortes
  • 7 oct 2024
  • 3 Min. de lectura

Dos personajes miran las estrellas. Miran la luz blanca que se mueve entre ellas. La miran ya que en ese momento no hay nadie más cercano a ellos que ella. En esa luz constante que ven cada par de horas, están los astronautas de la estación espacial internacional. Cuando se aleja ellos vuelven a estar solos en el mar. Lejos de cualquier ser humano, nadie a miles de kilómetros al rededor, nadie que los pueda salvar.

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En el silencio del punto Nemo. El único ruido es el de los latidos de sus corazones, acelerándose cada vez más por la falta de oxígeno. Ambos saben que pronto morirán, ya no hay comida, ya no hay que beber. Las energías son escasas incluso para hablar, y sin embargo lo hacen. Uno lo hace porque tiene miedo a desaparecer. El otro lo hace porque está feliz de trascender.

 

La noche se pinta de estelas azules, verdes y rojas. Los meteoritos, los cometas y los satélites que caen sobre ellos. Si tienen suerte alguno de esos satélites programados para extinguirse en ese gigante cementerio espacial en el que se encuentran, caerá en el lugar indicado y les adelantara su muerte. En esa larga semana de noches silenciosas y claras no han tenido suerte. Entre las pinceladas de los astros sobresale otra luz, Saturno. Ese que los tiene ahí, a la deriva entre dos mundos.

 

El primer personaje, el que tiene miedo es científico. Tiene 54 años. Lleva 27 viajando y estudiando sin parar. Se encontraba en Indonesia estudiando la fauna y flora que rodea cada orilla de la línea de Wallace, esa que separa Asia de Oceanía. Ahí se encontró con el segundo personaje. Un gurú de su misma edad buscando la verdad. No esa verdad interna que es el Atman ni esa mas grande de la que hace parte, la verdad universal que es el Brahman. Esa siempre la ha entendido, sea en las montañas del alto Himalaya o en los pitidos de la gran ciudad. La verdad que vive en todos y en todo. El busca lo que ellos llaman Sat.

 

La verdad. Una verdad. Su verdad. Esa por la cual lo juzgara Saturno, el juez, el que ve cada karma y decide el castigo o la recompensa. Ese mismo Saturno que ha vuelto a su posición de hace 27 años. Esa en la que el primer personaje decidió dejarlo todo en busca del conocimiento, de la aventura.

 

El segundo personaje recita su conocimiento, espera que hablando de lo que sabe encuentre su Sat. Habla del Samsara, la muerte el renacer. Le explica el Dharma, el camino del universo, las leyes de conducta, y como esto influye en el Artha, lo que nos da tranquilidad, y el Kama, lo que nos da placer, el desapego de ellos llevan al Moshka, la iluminación. Le explica como una vez lo entendió Siddhartha que el tiempo es una ilusión. Que el universo tiene un sonido que es el Om. Le habla de la compasión, el Daya, de la sabiduría, el Prajna. Le explica como la humildad es la madre de todas las virtudes y como hay que resignar la envidia, la ira, los celos y la obsesión. Le habla de las almas, Jiva, la materia, Pudgala. Del caos y las nueve virtudes supremas. Le habla de un dios, de muchos y de ninguno. Del tiempo y la substancia.

 

El primer personaje escucha con atención, algo en todo ese conocimiento en todas esas palabras que retiene a medias le debe dar tranquilidad ante su suerte. El cielo brilla en explosión, no morirán de hambre ni de sed. No tendrán que arrastrarse al mar para morir ahogados y acabar sus penas. Podrá estar exhausto, pero sabe que alguno de todas esas centellas los fulminará en cuestión de segundos. El fin es inminente. Lo único que quiere saber, lo pregunta con su último suspiro. "¿Que es el amor?". 

Ese amor que abandonó por la aventura hace ya tanto tiempo, y ahora se pregunta si este final es Saturno cobrándoselo. El segundo, sin saber nada de ese pasado le responde de inmediato "El amor son las montañas, es el mar" y al decir eso siente como el calor explota, siente sus ojos apagarse por una luz enceguecedora que aumenta. Su última visión le permite ver la sonrisa de su compañero de destino, ve la paz que le ha traído. Esa sonrisa le responde su propia pregunta. La verdad es todos los días.

 

Escrito en el Hotel Westin en los Himalayas de India el 19 de octubre de 2023

 
 
 

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