Carnaval sobre ruedas
- Camilo Muñoz Cortes
- 16 ene 2023
- 2 Min. de lectura

Cuenta la leyenda que cuando Argentina salió para su primer partido del mundial 86, en la Radio del bus sonó la 1era canción, y al acabar exactamente la segunda llegaron al Azteca. Y como ese equipo lo dirigía Bilardo, el agüerista, el doctor de las cábalas y conocedor de la frase “Yo no creo en la suerte, pero creo que se necesita”. De ahí en adelante en el bus de argentina tenía que pasar exactamente lo mismo que había pasado en el trayecto inicial. Es decir, nada de cambiar de puestos, que si Ruggeri había contado un chiste, pues lo tenía que volver a contar, que si Pasarella había dicho un insulto a mitad de camino, pues que no lo dijera ni antes ni despues, que si Burruchaga había suspirado, pues a ponerlo triste. Pero sobre todo, el bus tenía que llegar al momento justo en que se acabara su trayecto, porque si no a lo mejor no ganaban y a lo mejor se iban a casa por haber llegado un refrán antes de lo que tocaba. Y sonará como broma, pero los argentinos se lo tomaban muy en serio, sobre todo su capitán Maradona, que desde su asiento miraba todo el bus dando órdenes, para que toda cábala fuera respetada.
Y cuenta Valdano, un poeta que acabó de futbolista a quien Diego le escondía los libros que había llevado, que rumbo a la final, el sentadito como niño juicioso observó con detalle el carnaval sobre ruedas. Todos cantando, todos gritando, Maradona puteando a alguno que no decía o hacía lo que decían las reglas no escritas, Bilardo junto al conductor calculando con su mente brillante, si debía ir más rápido o más lento para llegar con el ultimo sonido de la radio. Y él en cambio se imaginaba a los Alemanes, todos uniformaditos, de traje, en su bus, en silencio total, concentrados en esquemas tácticos, en jugadas preparadas en marcas individuales. Se los imaginaba así, y viendo su bazar pensaba “¿Y a estos les vamos a ganar?”. Y pues sí, les ganaron jugando como vivían, como un carnaval.
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