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Desalmante

  • Foto del escritor: Camilo Muñoz Cortes
    Camilo Muñoz Cortes
  • 10 may 2017
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 16 ene 2023


Estaba en mi tren dirección Turín espiando las conversaciones ajenas, porque para aprender un idioma no basta ver películas, leer manuales y libros, toca espiar las conversaciones de los demás para entender de lleno la cultura. Es así que he oído una pelea sobre un pleito universitario en Milán donde cada uno se echaba la culpa, la vida y filosofía de dos señoras genovesas, la turbulenta relación entre dos enamorados viajando a Sicilia entre tantas otras pero mi favorita sin duda fue en un tren de Salerno al palacio de Caserta, mientras pasaba al lado del Vesubio. Una señora ya de edad le comentaba a su amiga que para ella su sobrino era de una" Pasividad desalmante", lo dijo de tal manera, con las manos juntas rezando casi, tuve que hacer un esfuerzo inhumano para no reír.

Poco a poco las casas coloridas se fueron quedando atrás y todo comenzó a perder sus colores dando paso a escalas de grises. Como sabrán en Turín todo se ve en blanco y negro, los colores de la Juve. Esa fue la razón que me dio la Unesco para mandarme allá, "Aprenderás bla bla 24 de junio blabla cavour blabla", así suena en mi cabeza cada vez que me tratan de dar una lección. Supongo la gracia para que aprendiera la lección, de mandarme a un lado donde mis ojos se ven igual a los demás dada la falta de color. Ir a Turín fue difícil para mí, la última vez que estuve allá fue en el verano de 2007, llegue con mi camisa de milán puesta, acabamos de ganar la Champions league y la Juve apenas había vuelto a la primera división después de pasar 1 año en la serie B por corromper a los árbitros en lo que fue el escándalo del calciopoli. Hoy día Milán anda en crisis y el futuro es incierto, la Juve por su parte ha ganado las últimas seis ligas (siendo la primera un robo a mano armada por cierto) y todo apunta que la Champions de este año va a terminar en Turín. Ah la vida, el tiempo, en un momento lo tenemos todo y en un segundo nuestros mejores años quedaron atrás y la gloria va a aquellos que no la merecen.

Comencé a caminar y comencé a sentirme incómodo, no se si seria por el blanco y negro o por estar en tierras enemigas pero algo no me cuadraba. Yo soy un profesional así que deje de un lado mi corazón rossonero y traté de buscar positivos, después de todo algo tiene que tener una ciudad cuyo su día santo cae un 24 de junio y la que fue el hogar al más grande de los Camilos hasta ahora. Siempre trato de ponerme en la situación de mis enemigos y de mis amigos y de todos para entender el porque son como son. A lo mejor si yo hubiera nacido en tal parte y hubiera vivido todo lo que vivieron actuaria como ellos. Nótese que trato de entender y no me limito a tolerar. En fin decidí pasar mis horas en blanco y negro para entender por qué los turineses no sienten vergüenza en apoyar a un equipo que tantas veces ha sido hallado culpable de influenciar partidos. Es que cuando milán gana con un penalti regalado a mí me molesta, pero a ellos no la Juve cada tres partidos tiene un fuera de juego que no se ve, un penalty dudoso, será porque sus dueños son los dueños de la Fiat que de casualidad patrocina la federación arbitral italiana. Quien sabe a lo mejor es solo suerte.

Decir que Torino es una ciudad fea sería igual que decir que Barranquilla es la ciudad más linda del mundo. Turín fue la primera capital de Italia, no tiene de que quejarse con su Mole Antonialana, el Po que la atraviesa la ciudad, sus plazas rodeadas de arcos, su palacio real, sus estatuas. Sin embargo explorándola algo no me cuadraba. La gente caminando por ahí, tranquila con las manos en los bolsillos, con sus bolsas con sus mercados con toda la calma del mundo. En las plazas hay bancos y los turineses van y se sientan un rato a pensar, a descansar. En el palacio real, los jardines están abiertos al público para que vayan a acostarse en el pasto o en sillas reclinables. No hay casi ruido sea a las 10 al medio día o a las 4 de la tarde, incluso en las calles comerciales y cerca a la estación de tren. En Turín se respira una cierta tranquilidad, una pasividad sinceramente desalmante.

He hablado que yo siempre busco la paz, la calma, pero no así. Que no daría por estar en medio de Tokio de las luces los colores de millones de gente yendo de un lado al otro y no oír absolutamente nada. De ver un rayo de sol mientras los ruidos invaden Nueva York, asolearme tranquilo en el mar, sentir el viento en la cima de una montaña, pararme en medio del puente de Iena y ver la torre Eiffel. Porque son momentos de calma, de tranquilidad en medio de una tormenta, de la gran ciudad, de la nostalgia que trae la noche en la costa, de la inmensidad de las montañas. Sinceramente, no podría tolerar vivir en una ciudad así. Hace unos meses una amiga puso en Facebook que tenía dudas sobre si quedarse en París, o ir a otra universidad en una ciudad media con nombre sin sentido, en los comentarios todos la llamaban a mudarse, "Es más barato", "Es más tranquila". Pero cual es la gracia con estar tranquilo, hay una razón por las que las ciudades como París, Londres y Moscú son lo que son. Yo digo que viví en París o Nueva York y la gente sonríe me comienzan a preguntar sobre ellas, como fueron alguna vez, como es su sueño ir allá. Nunca nadie me ha dicho que el sueño de su vida es irse de vacaciones a Rimes o irse a vivir a Rosario. Henri IV se cambio de religión con tal de vivir en París y dijo "París bien vale una misa", no sé si hubiera hecho lo mismo por otra ciudad. Pues bien, Roma bien vale el caos, París bien vale los parisinos, Londres bien vale lo caro, Bogotá bien vale los trancones.

De pronto por eso los turineses son así, cada uno decide su estilo de vida, no todos pueden o quieren ser chicos de la gran ciudad, o hippies que aman la naturaleza, a algunos les va esa tranquilidad, vivir una vida normal sin mucho caos, una felicidad medio aburrida, donde lo único extraordinario son las victorias deportivas. De pronto por eso ciudades como Roma, Londres o París comenzaron a ganar títulos deportivos tan solo cuando millonarios extranjeros se mudaron. Cuando uno vive en la gran ciudad, no importa que tu equipo gane o pierda, la magia no pasa en la tele, pasa en las calles. De pronto por eso Milán no ha ganado nada grande desde que vivo en Nueva York, París, o ando viajando por lugares lindos, mi vida no necesita magia extra en este momento. Que los títulos vayan a aquellos que ven la vida en blanco y negro así sean mis enemigos porque lo necesitan más que yo, a quien por cosas de la vida puedo vivir momentos mágicos coloridos diariamente y no tener situaciones desalmantes.

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